lunes, 12 de noviembre de 2007

La Indefensión


La concesión de la plaza de Las Ventas de Madrid a la empresa Taurovent ha venido a poner en evidencia varias cosas que merodeaban por el abatido subconsciente de los aficionados pero que quizás nunca habían quedado tan palmariamente demostradas como ahora.

En primer lugar, que la legalidad y la integridad no desempeñan ningún papel en las decisiones de quienes rigen los destinos de la Fiesta. No solamente se ha renovado el contrato a una empresa que ha sido responsable de una de las temporadas más deplorables que se recuerdan en Madrid, que ha incumplido más de un centenar de compromisos adquiridos en su pliego anterior, tal como denunciaron públicamente algunas asociaciones de aficionados, y que no sólo no han reconocido ninguna de sus faltas sino todavía han tenido la desfachatez, tanto los empresarios como sus padrinos de la CAM, de describir su gestión como exitosa, sino que la baremación de los pliegos presentados ha sido tan grotescamente interpretada para dar el triunfo al candidato oficialista que no resiste el menor análisis serio.

Sin embargo se han salido con la suya, y esto no solamente ha dejado de manifiesto lo irregular del sistema, sino también ha aportado todavía más pruebas de la indefensión en la que nos encontramos los que pagamos nuestra entrada.

A decir verdad, dicha impotencia ya estaba quedando clara ante la propia presentación de los pliegos. Nos daban a elegir entre una empresa fracasada en toda la línea, otro postulante cuyo historial lo pone del lado del taurinismo más recalcitrante y cuyas irregularidades han alcanzado proporciones históricas en un país de la gran cultura taurina que tiene Francia, y un empresario al que muchos atribuían buenas intenciones pero cuya inexperiencia lo hacía inviable para hacerse cargo de la primera plaza del mundo. Y se supone que los aficionados teníamos que decidirnos por alguno de ellos. O tal vez no. A lo mejor de los aficionados no se preocupa nadie y da igual que ninguno de los pliegos presentados, en medio de toda la fanfarria de nombres famosos y entusiastas indocumentados, los represente.

El caso no es nuevo, pero hasta hace algún tiempo, el que presentaba sus oposiciones para regir Madrid venía acompañado de un cierto beneficio de la duda, aunque más no fuera por el sencillo hecho que era difícil que lo fuera a hacer peor. O por lo menos eso pensábamos entonces. Cuando llegaron los Lozano a hacerse cargo de Madrid, salíamos de la larga y decadente era Chopera y, aunque no echáramos las campanas al vuelo, abrigábamos la esperanza de que nadie lo podría hacer más mal. Es verdad que nos equivocamos también en eso y al final había hasta quienes añoraban al empresario vasco, pero en su momento el beneficio de la duda era aplicable.

En este caso no queda duda alguna. Ni Martínez Uranga ni Casas ofrecen ningún margen para la esperanza y cualquiera de los dos que se hiciera cargo de la plaza habría significado un paso más, y me temo que decisivo, a la degradación de ella y, por ende, de toda la Fiesta de toros.

Lo paradójico de todo esto es que, a las sombrías circunstancias en la que nos encontrábamos, se agregó la del manifiesto pucherazo que llevó a la renovación de la concesión, con lo que los aficionados nos vimos en la disyuntiva insoluble de tener que atacar a unos sin poder defender a otros. Hemos denunciado el fraude en la baremación porque es inaceptable en cualquier circunstancia, pero si hubiéramos triunfado en nuestra exigencia de transparencia y honestidad hubiéramos conseguido que la plaza hubiera quedado en manos de lo que muchos consideran hasta un mal mayor.

Pero todo es teoría y no nos hagamos ilusiones en ese sentido. Los aficionados no pintamos nada. Somos una minoría que paga su entrada religiosamente y se deja oír en la plaza de vez en cuando. Y cada vez menos, porque la legión de defensores del estatus quo y de la ignominia institucionalizada, aunque lo hagan sin mala intención y como producto solamente de su desconocimiento, han alcanzado una mayoría creo que irreversible en todos los estratos taurinos. O si no que se lo pregunten al aficionado que expulsaron del aula de Las Ventas durante la tertulia de un club taurino, por haber ido a protestar por las irregularidades de la concesión. Joaquín Vidal ya había denunciado durante años que a los aficionados los querían echar de la plaza pero no había llegado todavía el momento en que fueran otros aficionados los que lo hicieran. Si eso no es indefensión, sinceramente no sé qué lo será.

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